Ayuntamiento

Edificio sede del Ayuntamiento
Los primeros datos que poseemos sobre el pueblo y su Ayuntamiento se remontan al año 1598 con motivo del pleito mantenido con el Concejo de la Mesta. De este contencioso se extrae que el pueblo de Quintanilla de San Esteban era una población asentada en el siglo X, si bien no tenemos referencia alguna de su órgano administrativo o de gestión. En el apartado Historia de esta web se puede profundizar sobre estos detalles. Conocer el momento exacto en que Quintanilla contó con Ayuntamiento propio no resultará fácil de indagar. Tampoco cuales eran las primeras competencias que asumía y el servicio prestado a la población. Es de suponer que serían bastante limitados porque las necesidades y los medios serían escasos.
Dejando de lado las conjeturas nos limitaremos a los datos y conocimientos disponibles a partir de los cuales expondremos lo más relevante puesto que sería demasiado denso tratar de explicar todas y cada una de las gestiones llevadas a cabo. El primer Ayuntamiento del que tenemos referencia estuvo ubicado en los locales donde hoy se halla instalada la Peña. Aquí se llevaron a cabo las funciones propias de la administración del pueblo. Alcalde y concejales, o regidores, como se les conocía en el pasado formarían el equipo municipal bajo cuyas riendas se harían cumplir normativas y ordenanzas para su buen funcionamiento. Es de suponer que ya por entonces el Secretario estaría a cargo de los servicios administrativos del pueblo. Tenemos constancia de un nutrido número de alcaldes que gobernaron el pueblo desde comienzos del siglo XIX hasta mediados del siglo pasado. Alcaldes nombrados cada año, al menos en sus inicios, es de suponer que por votación directa de la población.
Año: Nombre
1815 Bartolomé Gallego y Gregorio Delgado
1817 Anastasio Hernando y Juan Izquierdo
1824 Francisco Perdiguero y Roque León
1825 Juan Izquierdo y Blas Cabrerizo
1826 Francisco Perdiguero y Roque León
1827 Santiago García
1828 Manuel y Juan del Valle
1829 Juan del Valle
1830 Isidoro Sanz
1831-32 Martín Gallego
1833 Anastasio García
1834 Santiago Gómez y Rafael Aguilera (Manuel Aparicio)
1835 Santiago Gómez y Antolín de la Fuente
1836 Antolín de la Fuente y Manuel García –alcaldes constitucionales-.
1837 Manuel García y Pedro de la Fuente
1839 Gregorio Delgado –alcalde constitucional-.
1840 Manuel de la Fuente
1841 Clemente Romero y Santiago Gómez
1842 Miguel Ortiz -alcalde constitucional-.
1843 Antolín de la Fuente -alcalde constitucional-.
1844-45 Gregorio Catalina -alcalde constitucional- y Antolín de la Fuente
1846 Germán Catalina y Miguel Delgado
1847-50 Miguel Delgado
1850 Benito García
1851-52 Manuel y Valentín García y Rafael Aguilera
1858-68 Anastasio García
1915 Jacinto Gañán García
1925-27 Bonifacio Catalina Gañán
1928 Julián Carro Lafuente
1933 Jerónimo Catalina Delgado
1935 Luis Aguilera Lafuente
1937 Luis Pelarda y Dionisio Romera (ambos de San Esteban de Gormaz)
1938 Luis Aguilera Lafuente
1940-43 Luis Aguilera Lafuente
1943-44 Pelegrín Lafuente Pascual
1945 Jerónimo Lafuente y Pelegrín Lafuente
1946-49 Pelegrín Lafuente
1950 Luis García Gañán.
Después vendrían Francisco Carro Gañán, que estuvo al frente del Ayuntamiento un par de décadas realizando obras de cierta envergadura durante su mandado; Joaquín Aguilera Torre: Emilio García Carro; Vicente Carro Carro; Nicolás Aguilera Catalina; Silverio Gañán Carro; Emilio García Torre; Agustín Lafuente Soria; Javier Lafuente Barral y Silverio Gañán Carro.
El hecho de que en muchos años aparezcan dos alcaldes es debido a la constancia de los dos nombres que antes y después de las elecciones estuvieran a cargo del municipio.
También conocemos algunos nombres de los secretarios que dejaron su impronta en la población. Fueron, Dionisio Camarero, que ejerció el cargo durante 1851 y 1852; Mateo Carro, que lo sería en los años 1858 y 1859; Ildefonso Otero ostentó también el oficio si bien no disponemos del año; Miguel Moraga Pérez (natural de Morales) que lo sería durante algunas décadas desde al menos los años 20 hasta pasado la mitad del siglo XX; acabaría el ciclo Bonifacio García, allá por los años 60 del pasado siglo.
Dentro del organigrama municipal, la figura del Juez de Fechos o de Paz, se hizo de imprescindible necesidad para guardar la compostura y mediar en pleitos o cuestiones de cierta consideración. Esta función, en sus primeros tiempos, solía recaer en la persona que se consideraba más avezada y que por lo general no era otra que el maestro o el sacristán, que incluso llegaban a desempeñar ambas funciones. Conocemos algunos nombres de jueces de paz que ocuparon tal función. Así Joaquín Romero Cabrerizo ejercería allá por el año 1927; Secundino Aguilera Lafuente lo haría por el 1940, e Isaac Romero hacia 1964.
La gestión municipal ha venido siendo una predisposición que no ha dejado de entrañar dificultades. A pesar de las normativas que han imperado en la población, las personas tenemos esa intuición muy particular de pretender adaptar las normas municipales a nuestro libre albedrío. Unas normas que en el pasado solían ser bastante más estrictas que las actuales y se ajustaban a un canon de civismo no visto en la época actual. En el apartado de Ordenanzas y normativas se puede contemplar el orden público establecido. Pero el Ayuntamiento tenía otros acometidos a los que hacer frente en función de las necesidades. De las actas a las que hemos tenido acceso encontramos datos que no dejan de ser llamativos. Es el caso de la liquidación de cuentas con motivo del cambio de alcaldes, el saliente, Luis García Gañán al entrante, y el Francisco Carro Gañán, llevado a cabo el 31 de diciembre de 1950, en cuyo desglose por conceptos encontramos que hay 20 asientos con referencia de pagos de vino por distintos actos y celebraciones que suman un total de 3.550 pesetas. Nueve asientos que hacen referencia a estancias y manutenciones especialmente de la guardia civil, al cura y a ejecutores de impuestos, por 1.500 pesetas. El montante de todos los conceptos restantes asciende a 1.100 pesetas.
Sería largo y tendido pretender exponer aquí todos los conceptos, temas, reuniones, actas y demás llevados a cabo por el Ayuntamiento. Sería sumamente global. Pero hay algunas partidas que nos llaman la atención, las denominadas menores. En cierto modo porque las circunstancias lo requerían, como por ejemplo “gastos de epidemias”, “menores recluidos”, “medicamentos a enfermos pobres”, etc.… Otras, en cambio, porque a pesar de los tiempos de dificultades o de pensar que por entonces no existían tales sensibilidades, nos encontramos con algunas que hoy nos parecerían extrañas para la época. Es el caso de pequeñas partidas para la “fiesta del árbol” o para “biblioteca municipal”, “celebración del día del libro” “escuelas elementales de trabajo”, frente de juventudes”, “partera o matrona”, etc.… En el capítulo de ingresos destacar el poderío del vino como primera partida, “por vino de los cosecheros a 6,50 pesetas la cántara”, ascendiendo a 14.924 pesetas. Aquí podía hincar el diente el Ayuntamiento teniendo en cuenta la gran cantidad de hectáreas plantadas. En 1943 la cántara de vino se pagaba a 12 pesetas. Como referencia de precios, un kilo de carne costaba 5 pesetas y un litro de petróleo, 14. Los conceptos son muy variados, destacando los desplazamientos por viajes a El Burgo o Soria y las estancias de la guardia civil.