QUINTANILLA DE TRES BARRIOS

Ciego acompañado de lazarillo 

 

El romance es uno de los géneros literarios que más se ha prodigado por la geografía española a lo largo de la historia. Hasta finales del siglo XIX, los romances se transmitían mediante los llamados pliegos de cordel que, realizados por personas apenas ilustradas, cuentan historias de hechos o acontecimientos acompañados de grabados que eran recitados en calles y plazas por ciegos que se hacían acompañar de un lazarillo. Transmitían las características del romancero tradicional y narraban temas generalmente relacionados con cautivos, bandoleros, pasiones amorosas, guerras, crímenes, etc.

Se llamaban pliegos de cordel porque las hojas de papel estaban atadas a un cordel o caña, formando un cuadernillo de pocas hojas. Eran los romances de ciegos que se hicieron populares hasta el punto de que solían ser las personas invidentes quienes los iban cantando y vendiendo de pueblo en pueblo con su inusitada atracción. Su contenido un tanto pintoresco, al menos en la forma de recitarlo, narraba las vicisitudes o sucesos truculentos con tendencia al máximo detalle para atraer la atención de los oyentes e intentar convencerles de la veracidad de los hechos que se daban a conocer en estos pliegos. Era una forma de ganarse la vida recorriendo, generalmente, fiestas, ferias y mercados en los que buscaban la concentración del público.

Testigos de los hechos cuentan que por el pueblo aparecían aprovechando alguna celebración festiva, el ciego y el acompañante –una muchacha- que invocaban a la gente para que prestase atención, y a la Virgen o los santos para que le ayudasen a recitarlo bien. La triquiñuela consistía en atraer al espectador distraído con una introducción al estilo “hombres, mujeres y niños, público en general… para contar este crimen que en …. ha sucedido”. A continuación recitaba el drama principal para acabar casi siempre con un final breve. El autor pide perdón a los congregados por la torpeza en la lectura y les solicita su agrado y colaboración monetaria comprando el pliego que tiene impreso el romance. “Y aquí se acaba el romance que en este pliego está escrito, sólo tres céntimos cuesta a quien lo quiera comprar”. Muchos pliegos fueron prohibidos por la Iglesia. A mediados del siglo pasado fueron desapareciendo a raíz de la aparición de la prensa.

Pero quienes fueron testigos de su presencia recuerdan los hechos y los romances que quedaron en su mente. Romances orales que han llegado a nosotros en buena parte pero que en el pueblo seguro quedarán muchos por recoger si bien no resultará fácil recopilarlos porque la mayoría de quienes vivieron los acontecimientos no se encuentran ya entre nosotros y puede que no se hayan transmitido. Quien escribe este comentario tuvo la suerte de poder recoger un buen puñado de ellos, letra y tonada, y haber disfrutado gratamente de su narrativa y canto. Esperamos que vosotros también podáis hacerlo.