QUINTANILLA DE TRES BARRIOS

San Isidro

 

Escenificación de la tradición

   

En este clima de súplicas y rogativas del fervoroso mayo aparece la festividad de San Isidro, insigne patrón del labrador. Una celebración enclavada en un panorama de trascendental importancia para el devenir del campo. La situación de los cultivos pone en evidencia el ánimo, la esperanza o el puro grito. Clemencia y rezos unidos por la necesidad de lograr el objetivo de una cosecha sin sobresaltos. Mayo es mes de las flores pero también de los apedreos. Un instante puede acabar con la ilusión. Y la fe para la ocasión estará puesta en la figura de San Isidro a sabiendas de que no siempre la premonición se halla a la altura de las circunstancias cuando los cánticos se vuelven llantos.

La organización de los actos de la festividad de San Isidro corría a cargo de la Hermandad de Labradores y Ganaderos. Actualmente se sigue celebrando este día pero al margen de esta organización ya inexistente. En la representación actual ya no hay animales que formen parte del séquito. Antiguamente los actores eran los propios protagonistas: agricultores y ganaderos. El colorido que entonces se le daba a la celebración no es comparable al actual. En aquellos tiempos la yunta de machos pasaba vergüenza viéndose disfrazados de tal guisa. Porque se les vestía con colchas de vivos colores, campanillas y otras orlas en sus cabezas y rabos. El San Isidro de carne y hueso, también ataviado para la ocasión, oirá devotamente la santa misa mientras “los ángeles” le esperaban a la salida prestos para sembrar unos surcos por las calles trazados con el arado romano. El otro San Isidro irá avanzando en andas. A su lado el sembrador, que recaía en el Jefe de la Hermandad, iba esparciendo los dulces granos de confites para delicia de los más pequeños, y también de los mayores. El recorrido transcurría lentamente bajo los auspicios de los cánticos en honor del insigne patrón. Momento idóneo para recordarle la urgente necesidad de su protección. Con devoción fehaciente el séquito eleva los cánticos y oraciones en pos de una próspera cosecha. Esta connotación va unidad al principio de toda manifestación: el cancionero en su honor.

San Isidro en procesión  

          

           Sirve de gloria para el labriego / tener un santo que es labrador

           forja su alma de temple en temple / con la maceta y el azadón.

           Oh San Isidro por los labriegos / de Quintanilla, rogad a Dios.       

           Glorioso santo pobre y honrado / que desde el campo todo lo ves

           manda la lluvia a nuestros / si necesitan alguna vez.

           Oh San Isidro por los labriegos / de Quintanilla, rogad a Dios.

           Cuando la iglesia a orar te llega / dejando el campo por tu oración

           hasta los ángeles se enorgullecen / dejando el cielo por tu labor.

           Oh San Isidro por los labriegos / de Quintanilla, rogad a Dios.

           Un fiel cristiano fue tu destino / tu santa imagen pusieron ya

           vela por ella santo bendito / y haz que tus pueblos vivan en paz.

           Oh San Isidro por los labriegos / de Quintanilla, rogad a Dios.

           Oh San Isidro todos labriegos / te confiamos el porvenir

           pobres y ricos, ricos y honrados / hoy todos vienen a proclamarte a ti.

           Oh San Isidro por los labriegos / de Quintanilla, rogad a Dios.

           Oh San Isidro toda la vida / la consagraste siguiendo a Dios

           en ti confiamos nuestros viñedos / nuestros sembrados y el corazón.

           Oh San Isidro por los labriegos / de Quintanilla, rogad a Dios.

           Nos despedimos de San Isidro / todos unidos con gran amor,

           sale un eco de nuestras almas / para decirte: Adiós, adiós, adiós.

           Oh San Isidro por los labriegos / de Quintanilla, rogad a Dios.

 

La procesión admite un doble significado. El puramente sacro, rezos y canciones, y el del divertimento, especialmente para los más pequeños afanados en recoger lo sembrado. Hasta los más recónditos rincones eran revisados durante o después de la procesión en visita obligada por si algún “grano dulce” había caído en tierra estéril.

Por la tarde los juegos y la merienda junto a la bodega completaban el balance de la festividad.

 

Estado actual de la tradición: Vigente incompleta.