QUINTANILLA DE TRES BARRIOS

La proliferación de festividades en tiempos pasados hizo florecer el costumbrismo y la tradición de los pueblos. El calendario de celebraciones incluía el 25 de marzo como el Día de Nuestra Señora y de él colgaban ciertos ritos conmemorativos que teñían de colorido la onomástica. La composición para esta ocasión hacía referencia al misterio de la gestación de la Virgen.

                          El veinticinco de marzo / día de Nuestra Señora

                          puso bandera en campaña / y ha salido victoriosa.

                          Anda de aquí para allá / la Virgen entre las flores

                          anda de aquí para allá / nace un niño sin dolores.

                          Nueve meses le tuvisteis / en vuestro sagrado seno

                          y a la Navidad trajisteis / a Jesús de Nazareno.

Por lo general las estrofas de las canciones suelen ser bastante cortas. Las letras hacen alusión a lo circunstancial de los hechos y en ellos se relatan aconteceres o avatares surgidos a modo de episodios en la vida de sus protagonistas. El relato se encuadra dentro del ambiente que rodea a los hechos. Este caso en concreto hace mención al proceso de gestación de Jesús en el seno de María y al posterior alumbramiento.  

Como queda dicho, ciertas canciones sólo se podían cantar en días determinados y solamente aquel día en el que se conmemoraba la celebración. El resto de las canciones se interpretaban en cualquier fecha a su libre albedrío. Del repertorio del cancionero hay algunas que destacan por su profunda expresividad. Es el caso famoso de Los Mandamientos.

                        En breve quiero explicar / de la Pasión los sucesos

                        y para mejor decir / vamos con los Mandamientos.

                        En el primero fue Judas / cuando a aquel manso cordero

                        le vendió por 30 reales / luego le entregó en el huerto.

                        En el segundo los judíos / que en el huerto le prendieron

                        y con grandes griteríos / en la cárcel le metieron.

                        En el tercero las gentes / que de la junta salieron

                        mandan que le crucifiquen / y que le azoten primero.

                        En el cuarto a una columna /  le amarraron como a un reo,

                        le dan cinco mil azotes / descoyuntando sus huesos.

                        En el quinto canta el gallo / cuando le negó San Pedro

                        tirándole de las barbas / cien bofetadas le dieron.

                        Le sacaron al balcón / con púrpura y caña puesto

                        y una corona de espinas / le pusieron en el sexto.

                        En el séptimo la cruz / sobre sus hombros pusieron

                        y como era tan pesada / tres veces cayó en el suelo.

                        En el octavo el calvario / cuando Simón el Cirineo

                        le ayudó a llevar la cruz / para que llegase más presto.

                        En el noveno tres clavos / ya están hechos los barrenos

                        le clavan de pies y manos / descoyuntando sus huesos.

                        En el décimo expiró / y vino ácimo luego

                        le dan cinco mil lanzadas / y el costado quedó abierto.

                        De él salía sangre y agua / tres días después de muerto

                        fue a sacar a los Santos Padres / que están en el cautiverio.

                        Si queréis saber cristianos / de estos diez mandamientos

                        el doctor que los compuso / fue Cristo Redentor nuestro.

 

Quizá esta composición sea una de las mejores interpretaciones realizadas para la ocasión por su contenido y por la versificación. A las puertas de la Semana Santa, los Mandamientos reflejan la escenificación de la Pasión de Cristo en el huerto de los Olivos. A pesar de la profundidad de los acontecimientos y de la crudeza de los hechos, la entonación de la letra, carente de la presunta melancolía implícita que pudiera contener, hace de ella un motivo más de percepción musical. Se ha hecho constar que la práctica totalidad de las canciones poseían la misma entonación.

En la canción que sí cambia la entonación es en el Inocente Cordero. Hay una estela de melancolía en sus versos que denotan el momento crucial de la muerte de Jesús. La profundidad del momento en que van ocurriendo los acontecimientos escenifica la cruda realidad y las notas van tomando un matiz de sentimiento contraído. Una canción que emociona a los contritos corazones.

                        El Inocente Cordero / hijo de la blanca oveja

                        cuando vino de Belén / a ser maestro en nuestra tierra.

                        Apenas tiene ocho días / cuando la misión le entrega

                        un jueves antes de Pascua / un mozo a vender le lleva.

                        Desde la plaza al mercado / desde el mercado a la plaza

                        dieron la una y las dos / y a las tres que le remata,

                        dieron por el  hijo de Dios / 30 monedas de plata.

                        Tinieblas rompen los aires /  las piedras de dos en dos

                        unas con otras se parten / el pecho del hombre no.

                        Ya lloran los serafines / ya lloran con gran dolor

                        al ver que Cristo se muere  / de luto se cubre el sol.

                        Ya se han cubierto de luto / los altares de María

                        ya se han cubierto de luto / hasta la Pascua Florida.

                        Ya se han cubierto de luto / los altares del Señor

                        ya se han cubierto de luto / hasta la Resurrección.   

   

Una muestra que evidencia que el cancionero estaba esencialmente enfocado al propósito pedigüeño es que la interpretación que se hace del Domingo de Lázaro no habla para nada de su resurrección por parte de su amigo Jesús. Narra un episodio de hambrienta necesidad por parte de San Lázaro que denota claramente el enfoque o la persecución de la finalidad: recabar la caridad a modo de limosna.

                        Lázaro gran caballero / primo y amado de Dios,

                        señores roguéis por vos / al Señor que concedisteis.

                        Lázaro le pidió / al hambriento una limosna

                        y porque no se la dio / Cristo le negó su gloria.

                        Désela usted si la tiene / no le pase lo de aquél

                        que le echó Dios al infierno / para nunca más volver.

                        A voces le está llamando: / “Lázaro, Lázaro, ven,

                        que me quemo en llamas vivas / por no haberos hecho bien”.

                        San Lázaro respondió: / “la misericordia es

                        para antes de la muerte, / después ya no es menester”.

 

Hay que volver a hacer hincapié en el sentido de esta canción y la casuística de su finalidad. En la versificación se aprecia descaradamente la incitación a socorrer al necesitado para que el oyente capte la intención. Para ello utiliza un argumento no demasiado lógico. San Lázaro le va a pedir una limosna precisamente a un hambriento, el cual se la deniega, se supone que por carecer de ella cuando precisamente es él el gran necesitado. Y por la negativa a colaborar le manda al infierno. Es una especie de contradicción que de alguna manera viene a reforzar la idea de la caridad y a través de ella sensibilizar a las gentes para que colaboren con la iglesia o de lo contrario se verán en una situación comprometida. Hay que hacer el bien en vida para no tener que ir al infierno de cabeza. Lo que se busca es infundir miedo, temor a morir en pecado por no haber contribuido a la causa.

Al Domingo de Lázaro le sucede el Domingo de Peces en el que se relata el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. Se retoma el pulso de las notas alegres en la canción y se hace más atractiva su peculiar interpretación.

                   Hoy es el Domingo Peces / día grande que dejó Dios señalado

                   para que vengamos todos / obró un gran milagro.

                   Con solamente dos peces / y cinco panes que ordena

                   cinco mil hombres hambrientos / se hallaron en su presencia.

                   A comer se hacían todos / de peces y de pan quedan

                   cinco canastillas llenas / han quedado en sus mesas.

                   Hoy aumenta Cristo el pan / para el que viene y para el que queda

                   Dios nos dé salud y gracia / y también su gloria eterna.

 

La última de las interpretaciones de este ciclo de peticiones y limosnas tenía lugar el Domingo de Ramos, umbral de la Semana Santa. Por aquellos tiempos la escenificación de este día llevaba aparejada una muestra de la representación de los acontecimientos donde no faltaba la borriquilla sobre la que iba montado Jesús. Esto acaecía en plena efervescencia de la bendición de ramos, después vendría la petición por las calles. Llegaba a su fin el ciclo iniciado en los albores de la Cuaresma. Las mozas se sentían plenamente satisfechas con el trabajo realizado cuyo esfuerzo y dedicación a la causa de la iglesia les hacía sentirse reconfortadas. Por eso, aquel último día, si cabía, se sentían todavía más pletóricas a la hora de interpretar el canto.

                        Hoy es el Domingo Ramos / día grande de soler

                        cuando Jesucristo entraba / triunfante en Jerusalén.

                        Entra con ramos y palmas / su Divina Majestad

                        entra con ramos y palmas  / por toda la cristiandad.

                        Arrodillados le adoran / como rey del Universo

                        ofreciéndole los dones  / de oro, mirra e incienso.

                        Sábado contemplaremos, / domingo entremos con ramos,

                        lunes le lavan los pies,  / martes le lavan las manos.

                        Miércoles en la columna, / jueves de espinas cercado,

                        viernes con la cruz acuestas  / camino ya del calvario.

                        Hijo de tan buenos padres  /  bien nacido y bien criado

                        por El venimos pidiendo / para alumbrar a este Santo.

La interpretación del cancionero correspondiente a este día ponía punto y final al ciclo de pedir para el Santísimo. Era el inicio de un largo recorrido por el credencial religioso que seguía con toda la retahíla de actos correspondientes a la Semana Santa, continuaba después con la parafernalia del mes de María y a buen seguro que se ampliaba el repertorio de este tiempo de fe a las Novenas y Rogativas en súplica de agua. De marzo a mayo el fervor religioso impactaba de lleno en el ánimo y en el espíritu de los creyentes. Porque, además, era tiempo de confesiones y los confesores que acudían a los pueblos para “tomar declaración” a los habitantes hacían de su estancia una comunidad de fieles participativos en los actos llevados a cabo para la ocasión. Tiempos de fe, aquellos.

 

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