QUINTANILLA DE TRES BARRIOS

Pedir para el santísimo

 

El fuerte arraigo religioso que envolvía el panorama del pasado dio como resultado un aporte de costumbres vinculadas a determinadas celebraciones. Hay que tener en cuenta que el calendario festivo fue multiplicador común de los pueblos y de las ciudades que no dejaban pasar la ocasión para ponerlo en práctica y celebraban a su imagen y semejanza unos actos conmemorativos de cierta relevancia. Onomásticas patronales, festividades de santos, ciclos de pasión, llevaban aparejados un programa de actividades de gran consideración tanto en el aspecto laico como en el religioso. El amplio abanico de representaciones costumbristas y tradicionales de los pueblos ha pasado a formar parte del rico patrimonio o acervo cultural.

De aquel entonces a este ahora mucho ha cambiado la situación en el medio rural. La despoblación y la ruptura de aquella imagen mental han contribuido a todo ello. A pesar de que parte de este bagaje se ha ido recuperando, es evidente que bastante material significativo no volverá a resurgir. Sólo el recuerdo de su puesta en escena puede dar fe de que hubo un tiempo en el que se interpretó la vida cotidiana como una manifestación de profundidad hacia todo aquello que supusiese un cierto realce y consideración.

Uno de estos ciclos de carácter religioso en Quintanilla de Tres Barrios tenía lugar desde el inicio de la Cuaresma hasta la entrada de la Semana Santa. Acaecía en los días festivos y el escenario no era otro que el entorno del pueblo cuyas calles se cubrían de colorido y expectación porque en ellas se plasmaba la escenificación de la obra. Las protagonistas eran las mozas del pueblo que se caracterizaban para la ocasión en fervientes animadoras del cotarro ambiental. Llevaban la voz cantante de un cancionero religioso que se interpretaba en el singular escenario de las calles. Aquí desarrollaban sus dotes de coristas contribuyendo al buen fin de pedir limosna para ayudar a la iglesia. O al Santísimo, como mandaban los cánones.

 

Pedir para el santísimo

La misión de estas mensajeras era realizar un acto de buena voluntad ya que las mozas del pueblo se ponían a disposición de la iglesia para recabar fondos con los que hacer frente a las necesidades más imperiosas. Su trabajo consistía en ofrecer un repertorio de canciones a todo aquel que con su misericordia pudiera conceder una desinteresada ayuda. En aquellos tiempos, el estipendio solía ser más bien en especie que en dinero pues la carencia de la moneda contribuía a ello. Recogían todo lo que se les donaba, lo cual, al acabar el recorrido por el pueblo, era llevado a casa del sacerdote para su conformidad. No solían ser espléndidos los curas con aquellas mozas que con tanta animosidad y desinterés se prestaban a realizar semejante interpretación durante toda la mañana dominical o festiva. Si acaso una exigua propina que era destinada a una merienda de chocolate por la tarde.

El recorrido por las calles comenzaba una vez acabada la misa. Las mozas formaban un grupo y siguiendo un orden establecido iniciaban la actuación. Una de ellas, haciendo las veces de capitana, portaba una cruz, a la cual se le había adornado con cintas de colores. Algunas otras llevaban cestas de asas como recipientes para recoger los donativos que iban dándoles los buenos samaritanos. Como queda dicho, la balanza se inclinaba más hacia el lado de las donaciones en especie que en dinero. La escasez monetaria contribuía a ello. Por contra, las patatas, los huevos, las alubias o algunos cereales, eran los productos más recolectados.

Respecto a las canciones, el repertorio está extraído íntegramente del cancionero popular que se cantaba en Quintanilla de Tres Barrios. No obstante la tradición estaba extendida por otros pueblos de la provincia que tenían versiones semejantes sobre el mismo tema aunque diferentes en letra y tonada por algunas muestras que se han podido oír. Queda por realizar un profundo y detallado estudio sobre esta tradición de la que apenas se ha escrito. Nada se sabe del autor o autores de la composición del temario. Todo hace pensar que pudiera tratarse de algún miembro de la corte religiosa: cura, prelado o vicario de la iglesia. La sencillez de la letra y el contenido de las canciones invitan a pensar que no están compuestas por un entendido sino por una persona que buscaba adaptar la rima fácil de una composición a un motivo interesado de la celebración, ajustando el contenido de la versificación al hilo conductor del tema. Hay canciones que están dedicadas a un tema o a una celebración en concreto de los que duraba el ciclo cuaresmal. Desde el primero al último domingo y fiestas de guardar.

Las cantoras se ceñían a la canción del día que iban repitiendo la misma versión casa por casa. Por lo general se cantaba a la puerta de las casas pero no exclusivamente puesto que si en la calle se encontraban a un posible interesado, el canto tenía lugar in situ. El objetivo era conseguir la máxima ayuda y colaboración y nadie se libraba de la solicitud.

                        Echa la mano al bolsillo, / mozo no seas cobarde

                        somos hijas del Santísimo  / y queremos ayudarle.

Tal era el reclamo del donativo utilizando, a veces, ciertas artimañas o melosidades para conseguirlo. El mozo accedía muchas veces a la petición dependiendo de quién fuera la moza que se lo solicitara, teniendo en cuenta que la simpatía o la atracción tenía algo que ver. Conseguido el objetivo, buenaventura que se le concedía.

                          Ya nos ha dado limosna / con su mano poderosa,

                          Dios le dé salud y gracia / y que pronto le dé novia.

Desde el primer acto de presentación quedaba bien claro cuáles eran las intenciones. La iglesia necesitaba ayuda y colaboración de la feligresía y a fe que lo conseguía. La astucia clerical ganaba dadivosamente la confianza del creyente por la cuenta que le traía. Le quedaba un largo trecho plagado de contratiempos y dificultades para no colaborar. ¿Quién le iba a decir que el devenir de la incipiente cosecha no sufriera cualquier calamidad si no colaboraba? Había que tener contentas a las divinidades y su colaboración era indispensable, aunque le faltara a su ya maltrecha economía. 

La iglesia se nutría de diferentes maneras para conseguir mantenerse. Disponía de suculentas rentas procedentes de un patrimonio conseguido en muchos casos por medio de las donaciones de los fieles. También gozaba de los bienes que los creyentes dejaban en heredad al morir. Además poseía otras maneras de captar estipendios, ya fuera en especie o en metálico. Los ingresos por responsos, por bulas pontificias que eximían de pecar durante la Cuaresma, por el reparto de los banzos para poder alzar de las andas de las imágenes en las procesiones. Y algunas otras triquiñuelas para la ocasión. Siempre que se diese un motivo para exprimir al creyente, la iglesia permanecía atenta para llevarse su porción. Y si no se las inventaba, como ocurría con la representación de pedir para el Santísimo.

Intransigentes consigo mismas, el empeño de las mozas se traducía en un merecido resultado gracias al apego religioso justificado en la masiva respuesta del pueblo. Bien es cierto que lo contrario podría depararles ofensas no exentas de represiones contra él o sus bienes. Presentimiento de que algún signo clarividente sucedería. Atento siempre quedaba el sufrido hombre del campo al dicho de “Pascuas marzales, hambres y calamidades”.

Queda dicho que el ciclo del cancionero de petición para el Santísimo comenzaba una vez iniciado el tiempo de la Cuaresma y acababa el Domingo de Ramos. Durante los días festivos que mediaban en el trayecto se iba cantando la canción o el tema correspondiente al día de la celebración. La primera de las salidas daba fe de cuál era el objetivo.

                       Hoy es el primer domingo / que venimos los cristianos

                       a pedir para el Santísimo / de todo género humano.

                       Somos unas abejitas / que vamos de flor en flor

                       recogiendo la limosna / para ayudar al Señor.

La primera festividad en orden cronológico era la del día de San José, puesto que el primer domingo que salían a pedir coincidía con el anterior a esta festividad. Algo que no se ha constatado anteriormente es que la tonalidad de las canciones apenas variaba. Era casi siempre la misma entonación.

                     San José como es tan justo / quiso cambiar de carrera

                     al ver a su esposa en estado / sin saber qué misterio era.

                     Baja un ángel y le dice / detente José, no temas,

                     que tu esposa ha de traer / al Señor de cielo y tierra.

                     De las varas elegidas / la de José ha florecido

                     y en ella reconocemos / que fue José el escogido. 

 

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