QUINTANILLA DE TRES BARRIOS

 San Antio Abad. Bendición de los animales

                                    

Seguimos establecidos en un mundo de fuerte raigambre religiosa en el que la creencia y la fe estuvieron presentes en cada representación. Teniendo en cuenta que el campesino estaba llamado a ser un fiel seguidor de los ritos sagrados, toda ocasión era tomada en consideración para reforzar los lazos terrenales con respecto a los sagrados. La dependencia era el signo inequívoco de que acudía a la llamada que se prestase para mantener viva la llama de la esperanza. Un fatal desenlace podía derivar en descalabro y las ocasiones se prodigaban. La frágil situación por la que atravesaba el campesino hacía que los lazos entre lo divino y lo humano tomasen un camino paralelo e interesado.

La agricultura y la ganadería eran la base del sustento de las gentes del campo. Del devenir de los acontecimientos meteorológicos dependía firmemente la esperanza de salvación. Una incidencia en los campos ponía al borde del abismo las perspectivas de continuidad y eran muchas las ocasiones en que se prodigaba el peligro para los campos, como hemos repasado en otros apartados de la vida del campesino. La ganadería también le andaba a la zaga puesto que un traspié sufrido por la pérdida de un animal imprescindible podía dar al traste con las intenciones de progreso y manutención familiar.

Había vecinos que debido a las dificultades económicas que padecían les imposibilitaba tener una yunta de mulos con los que realizar las labores del campo. Cuando ello ocurría se veían obligados a buscar otro vecino que se encontrase en las mismas condiciones y entre ambos formar una pareja de tiro. Era lo que se llamaba “acoyuntar”, manera de salir de apuros en momentos cruciales. Se iban turnando en la necesidad y realizaban las labores pertinentes.

En tiempo de escasez económica la pérdida de un animal de labranza suponía un varapalo para muchos agricultores debido a la situación padecida. En cierto modo esta pérdida era subsanada por una asociación que cubría el desembolso de la compra de otro mulo para reponer el finado. Un de los objetivos de la Hermandad de Ganaderos era precisamente ése. Sus afiliados pagaban una cuota de cuyo remanente se sufragaban los gastos de la compra del mulo. Como veremos en otro apartado dedicado al tema, la Hermandad de Labradores y Ganaderos de Quintanilla de Tres Barrios era una asociación que velaba por los intereses del campesino y estaba integrada por la práctica totalidad de los vecinos del pueblo.      

En Quintanilla, la bendición de los animales el día de San Antón, san Antonio Abad, (17 de enero) se limitaba a dar tres vueltas alrededor de la iglesia. Por lo general eran los chicos o los mozos los que montados en la grupa –o caminando- llevaban a cabo el rito. Machos, borricos y toda especie mular se encontrarían dando vueltas para ser bendecidos. En determinados momentos, como podía ser al mediodía o al caer la tarde tras acabar la jornada, solían juntarse una recua de animales que formando una nutrida procesión desfilaban unos tras otro dando lugar a una estampa típica de este día. Lo normal debía de ser llevar a cabo un rezo interior y persignarse al pasar por delante de la puerta de la iglesia. Pero tratándose de gente joven más que rezos elevaban cánticos o silbidos acompasados por algún que otro rebuzno o relincho. Y acto seguido, a casa con la bendición acuestas y la esperanza de que no padeciesen mal alguno y se mantuviesen fuertes y robustos para llevar a cabo el duro trabajo diario.    

Por mucho que los rezos fueran a parar a las divinidades, su verdadero protector era San Antonio Abad, santo al que acudían e invocaban las gentes cuando requerían su ayuda. Su nombre estaba en boca de los necesitados para buscar o encontrar lo perdido, ya se tratase de animales o de personas. La oración de San Antonio llegó a ser providencial en muchos casos y la oveja perdida o el macho extraviado volvían a su lugar. Inclusive personas que en la noche tenebrosa erraban en su camino y quedaban a merced del destino hasta que aparecía el ángel salvador. En Quintanilla le pasó a la tía Faustina cierta noche que se desvió del camino y se perdió en el campo. Salieron en su búsqueda y tras rezar la oración apareció sana y salva, manifestado que se encontró con un señor con melena y barba que le indicó el camino para volver al pueblo. Un acontecimiento que reforzó la veneración del santo guía y protector, al cual se recitaba la siguiente oración.   

        En Abad naciste, / en Lisboa te criaste

        y en el púlpito / de Nuestro Señor Jesucristo predicó y predicaste.

        El libro se te perdió / y el Niño de Dios lo halló,

        tres voces te dio: / Antón, Antón, Antón.

        La cara te volviste / tres cosas le pediste

        y las tres te las concedió: / lo perdido hallado,

        lo lejos encontrado / y lo muerto resucitado.

        Por eso te pido, Antón, / que me concedas lo que te pido.

        San Antonio se levantó / la santísima cara, pies y manos se lavó.

        Por el monte partió / con nuestro Señor Jesucristo se encontró        

        y le dijo: ¿adónde vas Antón? / Con Usted iré, Señor.

        No vendrás conmigo / que os quedaréis por el monte

        guardando el ganado perdido. / Lo recogerás,

        en favor de la Virgen María / un Padrenuestro y un Ave María.

                                                      Amén.

 

               Informante: Victorina Aguilera Sanz

 

               Estado actual de la tradición: desaparecida.