QUINTANILLA DE TRES BARRIOS

La Atalaya 

 

 

  Estado actual tras la restauración

 

Con fecha 24 de enero de 2014, el Consejo de Gobierno de la Junta de Castilla y León aprobó la declaración de Bien de Interés Cultural con categoría de monumento la atalaya de Quintanilla de Quintanilla de Tres Barrios. Además se ha delimitado un entorno de protección debido a su ubicación desde donde domina un amplio paisaje, que incluye el Castillo de Gormaz, Alcubilla del Marques y San Esteban.

Con esta nominación, la Atalaya se ha visto reforzada por la categoría de la certificación, lo cual significa una mayor protección, conservación y preservación del entorno. El paraje donde se encuentra ubicada la Atalaya goza de una excelente panorámica visual, lo que la convierte en un mirador paisajístico de gran proyección espacial. ¡Date el gusto de subir a lo alto de la Atalaya! Contemplarás la majestuosa panorámica que se divisa desde las alturas. Párate a escuchar el flamear del viento y el cántico de las aves. Oirás la sinfonía del silencio con notas melodiosas.

La Atalaya es algo más que un símbolo milenario o la referencia arquitectónica del pueblo. Tiene historia y tradición. En sus albores, tras la irrupción de los musulmanes en la Península Ibérica (año 711) su territorio fue controlado con gran rapidez. No se tienen apenas noticias referentes a esta zona durante sus primeros años de establecimiento, pero el afán de ocupación les llevó a establecer una línea fronteriza que coincidió precisamente con el valle del Duero. Ello significaría la creación de una zona despoblada como franja estratégica de operaciones, lo que no quiere decir que no permaneciese algún reducto dedicado a las labores agrícolas.

El impulso repoblador de algunos reyes y condes castellanos como Alfonso III, Gonzalo Fernández, Nuño Núñez o Gonzalo Téllez en esta área de acción se convirtió en frontera entre el territorio cristiano, al norte, y el musulmán, al sur. Estos condes harán construir, para seguridad de los territorios, fortificaciones defensivas, lo que les dará cierta autonomía. (Sobre las características arquitectónicas de la torre defensiva, ver en la sección Arquitectura el apartado Atalaya).

En el año 960 Fernán González se proclamará conde de Castilla e irá consolidando paulatinamente esta zona entre Osma y San Esteban de Gormaz. Según las crónicas, la referencia más antigua sobre Quintanilla data precisamente de este siglo. La mujer del conde castellano, Sancha Ballestero, entregará cartas pueblas de repoblación del territorio a las gentes de Quintanilla, lo que prueba el asentamiento del pueblo. Ello no significa que las intermitentes expediciones musulmanas no desencadenaran en movimientos migratorios, cuyo territorio estuvo a merced de unos y de otros sin grandes objetivos ni ocupaciones estratégicas.

A lo largo de la historia, la Atalaya ha sido testigo de diversas contiendas y litigios. Batallas acaecidas sobre el terreno y en los tribunales. Su terreno estuvo marcado por el paso de un ramal de la Cañada Real. La roturación y labranza de un terreno próximo, conocido como Fuente Ximeno, por parte de los vecinos de Quintanilla, lo entendía a su vez la Mesta como terreno infranqueable y de su propiedad. Las diligencias del contencioso, acaecido en 1598, las llevaría a cabo la Real Chancillería de Valladolid que, después de un tira y afloja entre ambas partes, acabaría dando la razón a los vecinos del pueblo por ser una concesión hecha al Concejo de Quintanilla por parte de la Condesa de Castilla, Sancha Ballestero, mujer de Fernán González por su repoblación (para mayor información ver apartado Historia).

La Atalaya es también lugar de encuentro de la tradición más antigua que se conoce en el pueblo. Se trata de una romeria que antiguamente tenía lugar la víspera de la Ascensión y que en la actualidad ha pasado al sábado víspera de esta conmemoración. En ella es costumbre que los varones, exclusivamente, vayan en procesión desde la ermita del pueblo, donde previamente habrán oído misa, hasta la Atalaya portando el pendón, el estandarte y la Cruz. Todo ello entre rezos, letanías y toques de campana. En el punto de encuentro lo que tiene lugar es un almuerzo entre los presentes en armonía y cordialidad hasta el posterior regreso al pueblo (más información en el apartado Tradiciones, la Atalaya).

Alguno de los muchos visitantes han dejado escrito a través de los medios de comunicación la impresión que les causó su visita. 

 

 

VIDA Y OCIO. Norte de Castilla
La torre huérfana
 
Un sendero conduce hasta la atalaya musulmana de Quintanilla de Tres Barrios
 
La torre huérfana
   La atalaya musulmana de    Quintanilla fue levantada      en el siglo X a mil metros    de altura. Arriba, viejo        palomar en el campo. /        JAVIER PRIETO
 
Imprimir noticia
 
DE INTERÉS
  En marcha: Hasta    Quintanilla de Tres      Barrios puede llegarse  desde San Esteban de      Gormaz tomando el  ramal que nace junto a  la carretera que enlaza    esta población con            Alcubilla del Marqués.

 El paseo: Tiene unos dos  kilómetros de longitud. Arranca desde Quintanilla   de Tres Barrios por el      camino que, en dirección  sureste baja hacia el  cauce del arroyo del  Torderón. Nada más         cruzarle se abre un          abanico de caminos en  torno a la ermita de la  Piedra y el cementerio.  Aquí hay que tomar el    segundo ramal contando  de derecha a izquierda.  El camino discurre entre  campos de labor hasta  que, a 1.500 metros de    este cruce, enlaza con la  cañada real para  proseguir hacia la  derecha unos trescientos   metros más y arribar al  promontorio sobre el      que se alza la atalaya.       Mapas a 1:25.000: 377-   I y III. 

Dormir: Tel. de información turística institucional: 902 20 30 30.

 

 
 

 
Luce solitaria como un canutillo enhiesto, pinado ante la llanura que forra de vides el polvoriento suelo de tierras rojizas. Hoy es poco menos que nada, un torreón huérfano que ha recuperado parte de su andamiaje interno para que quien quiera pueda asomarse al espacio infinito de los campos del Duero. Una experiencia sobrecogedora, inesperada e impactante. El paseo, la caminata tranquila que media entre la localidad soriana de Quintanilla de Tres Barrios y su atalaya musulmana, da para una hora de ameno discurrir mientras se entreteje en la memoria el tapiz de un tiempo lejano en el que resuenan de continuo el chocar de las espadas, relatos de mil y una noches y armónica música de laúd andalusí.

Corre el siglo X. Hace tiempo ya que el empuje musulmán saltó el estrecho de Gibraltar y se lanzó a la conquista de las fértiles tierras del norte peninsular. Eso sucedía en el año 771. De ese tiempo a esta parte las condiciones sociales y militares han variado mucho. También las marcas fronterizas. 

Tras unos primeros años de claro dominio musulmán sobre gran parte de la Península, en los que solo las montañas del norte quedaron a resguardo, el empuje de Alfonso III y algunos condes castellanos han logrado replegar en algo la línea fronteriza que marca el territorio de dos culturas enzarzadas en una improductiva lucha. El mundo cristiano, al norte; el musulmán al sur.

En el mismo siglo X en el que fue levantada la atalaya de Quintanilla, la Marca Media del reino andalusí se traslada desde Toledo hasta Medinaceli, en un intento por reforzar la disputada frontera en que se habían convertido las dos orillas del Duero. 

Es así como se impulsa la construcción del castillo de Gormaz, la mayor fortaleza califal de Europa al tiempo que se riega de castillos, pequeñas fortificaciones y atalayas una frontera que se pretendía inexpugnable. El sistema defensivo se basaba en un esquema de relación entre las distintas construcciones defensivas que se utilizaban tanto para resistir el asedio militar como para el control de los principales pasos. 

En este ambiente de inacabable tensión bélica las atalayas jugaban el importante papel de oteaderos desde los que controlar cualquier movimiento extraño que se produjera en los territorios conquistados. Por eso sus emplazamientos son casi siempre divinos balcones desde los que se ve casi todo. Por eso sería también un pecado acercarse hasta la atalaya de Quintanilla sin unos prismáticos con los que disfrutar del espectáculo.

La impresionante red de atalayas tendidas en tierras sorianas testimonia la importancia que para el sistema militar tuvieron estas construcciones. Su ubicación dependía del valor estratégico de los pasos a vigilar, cañadas, caminos o vados fluviales. Pero su eficacia estaba relacionada con el sistema de comunicación establecido entre ellas para hacer correr las noticias hasta las fortalezas principales. 

Hogueras en la noche

Cualquier situación de peligro era de inmediato transmitida mediante señales a la atalaya siguiente, con juego de destellos durante el día y hogueras por la noche. Desde la de Quintanilla, emplazada en un promontorio casi a mil metros de altura, se tienen a la vista algunas de las más importantes fortalezas sorianas. Como el castillo de Gormaz, sombra que emerge en la lejanía como un barco fantasmal. También los cerros de Alcubilla del Marqués, donde se emplazaba un castillo islámico, la atalaya de Uxama o el cerro de el Turronero, en Peñalba de San Esteban, donde también se levantó otra atalaya.

La de Quintanilla, consolidada para poder subir hasta sus almenas, presenta los rasgos comunes a estos torreones defensivos: alzado circular, de unos diez metros de altura; gruesos muros de mampostería y un hueco interior de unos cuatro metros diámetro.

info@javierprietogallego.com