QUINTANILLA DE TRES BARRIOS

Garda de campo

Vigilante equipado

 

De entre los vigilantes del campo, el más incisivo y por lo tanto más temido era el guarda de campo. Quizá el hecho de que llevara un arma le confería todavía más respeto que cualquiera de los otros. Les pagaba el organismo correspondiente por su condición de guarda forestal. Merodeaban por el campo durante todo el año y a veces se le podía encontrar en cualquier parte y a cualquier hora. Llevaban arma, una especie de carabina que se cargaba por el cañón, y aunque en ciertos lugares iban a caballo, en el pueblo, que se recuerde, se pateaban el término siempre a pie. Su distintivo era una banderola ancha de cuero, con una placa de latón con el nombre del pueblo en el centro y alrededor el lema Guarda de campo.

El guarda tenía la obligación de recorrer y vigilar constantemente el término del pueblo desde antes del amanecer hasta la entrada de la noche y durante toda o parte de esta cuando la necesidad lo exigiera, siempre que lo ordenase el Alcalde. Las denuncias que llevaran a cabo las tenían que comunicar al Alcalde, y estas podían recaer en todo delito y falta contra la propiedad y la seguridad personal. Todo acto por el cual se atentara contra los derechos de los propietarios, bien fuera invadiéndola o disponiendo de alguna cosa de las heredades ajenas era motivo de multa. También podía sancionar las infracciones a las ordenanza de caza, a los montes y plantíos, a los de caminos y a los reglamentos y bandos de policía rural.

Igual que ocurriera con las denuncias del guarda de panes, el del campo tenía la obligación de anotar el nombre y la vecindad del infractor, el día y la hora en que fue ejecutado, el sitio en que tuvo lugar, el modo y las demás circunstancias con que se verificó. Igualmente los testigos presenciales, si los había. El que durante tantos años fuera secretario del Ayuntamiento, Bonifacio García, “el Boni”, llevaba un libro en el que anotaban las multas habidas.  

El único nombre de guarda que se recuerda en el pueblo era un tal “Tanis”, del que las personas que ya peinan canas tienen ciertas referencias y episodios acaecidos. Ya hemos constatado que su figura contraía cierto temor y respeto y cuanto menos se topase uno con él, mejor. Hace muchos años que desapareció del panorama del término del pueblo. Hoy ni siquiera casi se dejan ver los guardias rurales. Pero cuando ellos desaparecieron, tomó sus funciones el guarda de campo, que dejó de llamarse de panes, y se ocupaba de proteger el término del pueblo en todos y cada uno de los conceptos de vigilancia rural.  

  

Viñadero

Otro personaje nombrado por el Ayuntamiento para vigilar el campo era el viñadero. Su función, como la del guarda de panes, era vigilar exclusivamente el viñedo. El pueblo podía nombrar más de un viñadero. Generalmente eran dos los que se encargaban de vigilar las posibles incursiones tanto de personas como de animales en las viñas. Se les contrataba desde el día de la Asunción (15 de agosto) hasta acabada la recolección. Su misión consistía en vigilar férreamente para que nadie en absoluto, dueño o no de la hacienda, pudiera entrar en ella. El único día que excepcionalmente podían hacerlo era el 8 de septiembre, día de la Virgen, y por tanto de guardar, en que por norma se acordaba que todos los vecinos podían visitar sus viñedos para ver el estado en que se encontraban. Ver y cortar racimos de uvas. No había otro contacto hasta que no se procedía a la recolección de la uva.    

El artículo 25 de las Normativas municipales ordenaba que “se ha de respetar por toda clase de ganados el acotamiento que linde de toda la extensión de las viñas desde el día en que lo anuncie el Ayuntamiento y se haga público por medio de bando. Las infracciones serán castigadas con arreglo al artículo anterior”. A tal efecto el Ayuntamiento tenía establecidos acuerdos, como el firmado en 1851 que se expresaba en los siguientes términos: En este día de la fecha, 16 de agosto de 1851en Concejo pleno se acordó: Que los viñaderos que se nombren en cada año no han de venir a casa a ninguna hora ni aún con el pretexto de ir a misa se les permite venir al pueblo, pues desde el momento en que pongan las cabañas han de estar de continuo en las citadas viñas. Tampoco se les permite el ir a sembrar, rozar, hacer leña ni ninguna otra labor, pues el que se justifique ha faltado de ellas o ha venido al pueblo será multado con un ducado".

Era evidente que nadie podía acercarse a este cultivo y que el ganado, hasta entonces libre de merodear por su entorno, tenía prohibido hacerlo. Incluso los perros, que no les hacían asco al consumo de uvas, tenían que llevar bozal para que no pudieran comerlas. Así de candente se presentaba la situación para los viñaderos que se pasaban día y noche vigilando el ambiente. Sin contacto con el hogar se las tenían que apañar para morar en el campo durante los dos meses largos que duraba el periplo por el campo.

El viñadero recorría día y noche el extenso terreno del viñedo llevando como única arma de defensa el chuzo. A tal efecto el Ayuntamiento tenía establecidos acuerdos, como el firmado en 1851 que se expresaba en los siguientes términos: En este día de la fecha, 16 de agosto de 1851en Concejo pleno se acordó: Que los viñaderos que se nombren en cada año no han de venir a casa a ninguna hora ni aún con el pretexto de ir a misa se les permite venir al pueblo, pues desde el momento en que pongan las cabañas han de estar de continuo en las citadas viñas. Tampoco se les permite el ir a sembrar, rozar, hacer leña ni ninguna otra labor, pues el que se justifique ha faltado de ellas o ha venido al pueblo será multado con un ducado.

Durante todo este periodo de tiempo permanecía íntegramente en el campo morando en las recónditas chozas que ellos mismos construían utilizando palos y ramajes a fin de preservarse de las inclemencias meteorológicas. También utilizaban los chozos ubicados en el campo, algunos como el del alto de la Cabaña o el del Cerro de Abajo. Así pasaban la vida día tras día, vigilando escrupulosamente cualquier incursión y a fe que lo conseguían. Una vida errante la suya haciendo de su trabajo un exceso de pundonor porque tenían la responsabilidad de impedir que los viñedos permaneciesen intactos.

 

Chuzo, o pica

 

El procedimiento, como en el caso del guarda de panes, en el supuesto de detener a alguna persona o animal de su propiedad por contravenir la orden de entrar en el viñedo, era la multa correspondiente, notificación que se le hacía llegar al alcalde del pueblo para que tomara las oportunas diligencias. La cuantía de la multa era equivalente al robo o desperfecto ocasionado.  

Algunas de las personas que tuvieron como oficio el de viñadero fueron los hermanos Miguel e Isaac Romero y también Emilio García y de ello hace ya más de cuarenta años.

 

 

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